Alfredo López Austin (no verbatim) El cuerpo: una visión holística Mis estudios se iniciaron en el campo de la traducción de códices manuscritos, escritos en lengua náhuatl, principalmente de principios del siglo XVI, realmente en época muy temprana, en la cual los indígenas habían aprendido a escribir con caracteres latinos, enseñados por los conquistadores. Este material me fue muy útil. Seguí trabajando durante varios años con la idea de dedicarme particularmente a la religión, pero sin desechar algunos aspectos tan importantes como la organización de la sociedad y la constitución política de los antiguos pueblos nahuas, y entre ellos en particular los mexicas, también llamados aztecas. En este estudio, y por azares del destino, un famoso historiador de la medicina, Germán Somolinos D'Ardois, me pidió que tradujera al español algunos textos nahuas de contenido médico. Fui traduciendo dichos textos, y así me fui adentrando en el estudio del pensamiento médico. Con el tiempo pude apreciar que la religión y la medicina no eran simples conjuntos de conocimientos aislados, sino sistemas globales de pensamiento. Lo anterior dio origen a uno de mis trabajos sobre la cosmovisión de los nahuas, en el cual el centro de atención era precisamente el cuerpo humano. A partir de ahí empecé a interesarme por la diferencia conceptual entre lo masculino y lo femenino, y en el hecho de que la cosmovisión y las concepciones religiosas surgían de la vida cotidiana, de la vida común de los seres humanos. Así concibo la cosmovisión: no como un pensamiento de filósofos aislados, sino como el producto del quehacer cotidiano de grandes comunidades que participan en la creación de concepciones con el simple ejercicio del quehacer cotidiano. Los conceptos se van generalizando y haciéndose más abstractos en el trato social hasta integrar una visión holística y muy generalizada. Era necesario, por tanto, investigar en primer término cómo vivían hombres y mujeres comunes en estas sociedades, comprender sus prácticas cotidianas, y después estudiar cómo sus ideas iban a repercutir en la concepción del cosmos. ¿Cincuenta por ciento femenino? ¿Cuáles fueron los resultados? Evidentemente encontramos una sociedad en la cual el papel de la mujer era altamente avaluado, hasta el punto de considerar que no era posible la existencia equilibrada del cosmos sin la participación de fuerzas que eran consideradas femeninas. Esto, sin embargo, no debe llevarnos de ninguna manera a la idea de un equilibrio de cincuenta por ciento de importancia para las fuerzas masculinas y cincuenta por ciento para las femeninas. Digamos que, basados en el valor de los símbolos numéricos, se puede deducir la proporcionalidad de lo masculino y lo femenino en el cosmos: hay el trece como número que representa lo masculino y un número menor, un nueve, para lo femenino. ¿Cómo se hacen evidentes las dos fuerzas en el cosmos? A la mujer le tocaban aspectos que, si bien no eran negativos, pertenecían a la parte más oscura del cosmos. Mientras que al varón correspondían el cielo, la luz solar, el calor, el fuego, la vida, a la mujer le correspondían la parte acuática, terrestre, subterránea, oscura, de muerte. Hay en el cosmos una eterna lucha de las dos fuerzas contrarias. Esto aparece claramente en las dos estaciones del año. Al quedar el territorio de Mesoamérica al sur del Trópico de Cáncer, no tiene las cuatro estaciones (primavera, verano, otoño, invierno), sino dos grandes estaciones: una de lluvia y otra de secas. La parte masculina del cosmos estaba representada en la estación de secas, cuando el Sol es brillante, cuando se recogen las cosechas, cuando se obtienen los frutos del trabajo; mientras que la estación de lluvias, la estación más oscura, de mayor trabajo, corresponde a las fuerzas de la mujer. La política de género De los estudios de la cosmovisión mesoamericana puede obtenerse, entre otros principios, el siguiente: las dos grandes fuerzas que constituyen el cosmos--lo ígneo y lo acuático, o sea lo masculino y lo femenino--son fuerzas por sí mismas incontrolables. Es necesario que se enfrenten una con otra. Necesitan dominarse alternadamente para que hagan posible la existencia del mundo. Esto significa que el fuego es vencido por el agua, y luego el agua es vencida por el fuego. Se trata de un juego en que los dos elementos van predominando sucesivamente, derrotando al contrario. Esto se produce, por ejemplo, en el día y la noche. En otros muchos juegos de fuerzas es observable la continua lucha de las dos fuerzas antagónicas. La concepción de lo opuesto complementario se daba también en la organización política. Por ejemplo, así se concebía el gobierno supremo. No podemos decir que en el Estado mexica existiese estrictamente un solo rey. Debemos pensar en dos figuras notables: por una parte el "tlatoani," representante de los poderes masculinos, solares, de la sequía, y por otra parte el "cihuacóatl," que es el representante de las fuerzas femeninas. Por ello, aunque el "cihuacóatl" fuese varón, su nombre era "serpiente-mujer." Ambos personajes se dividían los ámbitos de gobierno. Por ejemplo, el "tlatoani" era el gran jefe de la guerra, mientras que el "cihuacóatl" era el encargado de las finanzas públicas, función a la que se atribuía carácter predominantemente femenino. De los dos personajes, el principal era el "tlatoani." Repito, era una sociedad en la cual la mujer era muy importante, pero no superaba, de ninguna manera, la figura del hombre. El machismo y "las reyes" Si aplicáramos nuestros criterios actuales de justicia, tendríamos que reconocer que la sociedad náhuatl fue machista, y que en ella con mucha frecuencia se imponía de manera arbitraria la voluntad del varón sobre la de la mujer. Pero al mismo tiempo tenemos que considerar que era una sociedad en la cual la mujer podía desempeñar puestos importantes. Aunque de manera muy excepcional, algunos pueblos nahuas tuvieron en al lugar del rey a una mujer, y no digo a una reina, pues no valía por ser consorte, sino por ella misma, cumpliendo funciones masculinas enel ejercicio del gobierno. Sin embargo, aun cuando hubiese mujeres muy destacadas, se consideraba que su valor era de naturaleza masculina. Por ejemplo, cuando una mujer se distinguía en la sociedad se referían a ella con el verbo "oquichhuía," que significa ser tan importante como lo es el hombre. En nuestros días esto podemos considerarlo como una enorme injusticia, ya que consideramos que una mujer, para ser socialmente importante, no necesita atributos femeninos. Otro ejemplo de cómo podemos estimar el valor mayor del hombre entre los antiguos pueblos nahuas es la ley del divorcio. Una de las causales del divorcio era el adulterio. Cuando un hombre o una mujer cometía adulterio, el cónyuge ofendido podía pedir el divorcio ante la autoridad. Sin embargo, en la antigüedad, el varón (soltero o casado) era adúltero sólo si tenía relaciones sexuales con una mujer casada; en cambio, una mujer cometía adulterio sólo si era casada, cuando tenía relaciones con un varón, soltero o casado. Esta desigualdad indica que con la prohibición del adulterio lo que se protegían eran los derechos del hombre casado sobre su esposa. ¿Un mundo ideal o no? Durante mucho tiempo se idealizó el mundo indígena desde la perspectiva de la historia. Esto ha cambiado. Los actuales investigadores podemos tener una visión más realista de las sociedades mesoamericanas. Los estudios mesoamericanísticos han tenido un boom, y el desarrollo de los estudios ha modificado considerablemente nuestra visión del pasado, y hemos abandonado idealizaciones y prejuicios en la comprensión del pasado. Esto es particularmente válido en lo que toca a los pueblos mayas. Uno de los motores del boom ha sido, precisamente, el acelerado descubrimiento de las claves de la escritura maya, lo que ha revelado un pasado maya muy diferente al que se concibió en los tres primeros cuartos del siglo XX. A través de la lectura de los textos mayas encontramos una sociedad maya--y en general, mesoamericana--mucho más humana, mucho más ligada a las necesidades materiales y cotidianas del hombre. En el último cuarto del siglo XX hemos aprendido mucho de la cosmovisión mesoamericana. Hemos descubierto que en todo su vasto territorio y en su gran dimensión temporal, los principios generales (religión, calendario, bases organizativas, etcétera) tuvieron un núcleo común entre muy diferentes pueblos: olmecas, teotihuacanos, mayas, zapotecos, mixtecos, mexicas (o aztecas) huastecos, totonacos, tarascos, etcétera. En la cosmovisión hemos apreciado la importancia de los opuestos complementarios como base del pensamiento, los símbolos de lo masculino y lo femenino proyectados en el cosmos y la vida cotidiana como generadora de un gran sistema holístico. Nos hemos aproximado a esta realidad de manera generalizada, como quien se aproxima a un bosque y percibe sus colores en grandes volúmenes. ¿Qué es lo que sigue? Ahora debemos ir descubriendo las diferentes frondas del bosque, las particularidades de las distintas épocas y las distintas tradiciones culturales, todo a partir de una primera generalización que permita ubicar y valorar las diferencias.